Hasta ahora, se pensaba que el hecho de que los cigarrillos fuesen más adictivos que otras formas de suministro de nicotina, en comparación con el tabaco de mascar o los parches de nicotina, estaba motivado por que las caladas hacían que sus efectos incidiesen más rápido al cerebro, en apenas siete segundos.
Sin embargo, y pese que los investigadores comprobaron mediante el uso de tomografías por emisión de positrones (PET, en sus siglas en inglés) que la nicotina se acumula en el cerebro, esto no conlleva directamente una adicción.
Y es que en dicho estudio participaron 10 fumadores ocasionales y otros habituales considerados como dependientes del tabaco, comprobando que en estos últimos la nicotina se acumulaba en el cerebro a un ritmo más lento, "debido a que pasa más tiempo en los pulmones", señaló Jed Rose, autor de la investigación.
Tras este hallazgo, los investigadores apuntan a que en la adicción pueden confluir otros aspectos como el hábito en si de fumar o algunas señales sensoriales asociadas al tabaquismo. Igualmente, la ausencia de adicción puede deberse a diferencias genéticas o en los efectos psicológicos que se derivan de la acción de fumar.
En cualquier caso, aseguran que el estudio da pistas sobre los receptores que son "más afectados" en la adicción al tabaco de cara a desarrollar tratamientos más eficaces para dejar de fumar.